lunes, 6 de abril de 2009

Artigo de Pablo Arangüena do Grupo Izquierda 21, minoría crecente na agrupación do PSdeG-PSOE en A Coruña

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¿Qué PSdeG queremos?


Ibn Jaldún, filósofo e historiador Andalusí, dejó escrito que “el pasado y el futuro se parecen como dos gotas de agua”. Sabido es que Felipe González, al que por tantas otras cosas estimamos, facilitó a Manuel Fraga Iribarne un puente de plata para que este dejara Madrid y gobernara Galicia a pesar de los 28 diputados que obtuvo el también muy estimable Fernando González Laxe en 1990, lo que se tradujo en 14 años de mayorías absolutas populares en los que se sucedieron como candidatos de nuestro partido Antolín Sánchez Presedo y Abel Caballero (que tocó suelo con 15 diputados) hasta llegar a Emilio Pérez Touriño. Años de luchas fratricidas en las que desde La Coruña nuestro actual embajador en el Vaticano intentó teledirigir el partido con escasísimos (algunos, malévolos, dicen que deseados) resultados. Ser del PSdG en aquellos años tenía algo de acto de fe mientras las distintas fuerzas nacionalistas iban reduciendo su número y concentrando su organización.

Después del 1M y tras la honorable dimisión de EPT, en el PSdG parece haberse diseñado, guiado desde Ferraz, un proceso acelerado de cauterización de heridas. En menos de dos meses desde las elecciones vamos a tener asambleas en todas las agrupaciones y un Congreso Extraordinario en Pontevedra para elegir una nueva ejecutiva y un nuevo secretario general. Dos meses, en política, son muy poco tiempo si lo que se pretende es reflexionar seriamente sobre lo que ha pasado. Algo de esto se apuntó por parte de algunos (Ceferino Díaz) en el Comité Nacional celebrado en Santiago tras las elecciones.

Por ahora, la versión oficiosa consiste en culpar a EPT de haber dejado de lado al partido y de haber promovido a una casta de independientes y “académicos” con mucho título y poco perfil político (el PUI) que no han sabido vender el producto. Pero si EPT dejó de lado el partido será porque el partido se dejó apartar o porque el partido no era lo suficientemente fuerte o eficaz. A este respecto resulta ilustrativo del estado de la opinión publicada un extracto del artículo de Antón Baamonde titulado “Nos hemos vuelto exigentes” y publicado no en La Opinión ni en La Voz de Galicia sino en un medio tradicionalmente amistoso como El País el pasado 16 de Marzo:

“En realidad, el bipartito se ha derrotado a sí mismo por una gestión roma en la que el gobierno no ha tenido a bien defender sus puntos de vista, si es que los tenía. Ha sido un gobierno incompetente, dicho sea con todos los respetos.

Desde luego, alguna responsabilidad le cabe en ello a los dirigentes de ambos partidos, que no supieron ni quisieron escuchar. "El carácter es el destino" escribió Heráclito: los dos se sentían más cómodos en la gestión de las cosas que en la interpretación de los latidos del país. Les ha fallado la intuición, sin la que no puede haber un buen juicio político. Los dos se subieron a la peana con la máxima facilidad y han tenido que bajarse de ella a toda velocidad. Dicho esto, no es de recibo la reacción que han tenido sus respectivos partidos. PSdeG y BNG se han apresurado a deshacerse de los cadáveres de ambos dirigentes con demasiada facilidad y a lavarse las manos tal vez con demasiada prontitud.........

Los así llamados aparatos no pueden torcer el gesto como si la cosa no fuera con ellos. La gente que nos ha gobernado mal, la que no ha tenido coraje ni tampoco ideas, la que no ha hecho bien las cosas, es la que tienen en casa. No hemos sabido que en estos años alguien haya levantado la voz para defender otros puntos de vista, valores, sensibilidad o ideas. De hecho, los dos partidos están huérfanos de todo ello y eso es, en gran medida, la causa última del desastre electoral. Mientras no entiendan que el paladar de la Galicia de hoy es más exigente no habrán entendido nada”.

En mi modesta opinión, si el PSdG quiere tener un futuro a la altura de nuestras expectativas, tiene que evitar limitarse a dar una mano de pintura y, en vez de ello, acometer con firmeza una serie de exigencias inaplazables que resumo en las siguientes:
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- Arriesgarse a arriesgar y olvidar el funcionariado político dejando de repetir machacona y mecánicamente consignas y eslóganes y elaborando un discurso razonado que pueda motivar a la gente. Los mítines forman parte de la política pero no son la política.
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- Emprender una renovación que se olvide de cuotas territoriales y componendas y prime decididamente el mérito y la capacidad. El partido no puede convertirse en un sindicato de malos estudiantes.
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- Transformar el partido en una fábrica de ideas, creando grupos sectoriales de trabajo, como mínimo, en todas las agrupaciones grandes. No podemos limitarnos a cortar y pegar ideas cada cuatro años mientras el mundo cambia aceleradamente a nuestro alrededor.
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- Modernizar y democratizar los sistemas de gestión y dirección del partido, a nivel local y gallego. Establecer sistemas de rendición de cuentas, gestión de la información, reparto de tareas, motivación de la militancia y planes estratégicos de actuación, facilitando y promoviendo, además, la selección democrática y no la cooptación basada en la fidelidad canina.
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- Hacer el partido permeable a la sociedad abriendo puertas y ventanas, imbricándose profundamente en todos los recovecos de la sociedad gallega, algo que, lamentablemente, han hecho mejor nuestros adversarios.Todo lo demás será, me temo, no entender lo que Galicia nos exige.
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Pablo Arangüena (Izquierda 21 - A Coruña)
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